Discurso de ocasión

Sylvia Villarreal
5 min readNov 25, 2021

Recientemente escuché una Palabra Suelta. Tan pronto la oí fantasee con la posibilidad de encarnar este relato, producto más de la imaginación que de un acontecimiento. Hoy encontré la posibilidad de hacerlo y me gustaría compartirlo con ustedes.

Hace un tiempo tuve una charla de café con una estudiante en la que trataba de hacerle comprender un concepto semiótico, ella escuchaba sin mucho interés lo que le contaba pero de repente en mi discurso apareció una palabra desconocida para ella, la cual, le generó gran curiosidad: inmanente. Ella me interrumpió la explicación y me preguntó: ¿cuál era el significado de esta palabra? Ante tal inquietud, la mire y le dije: Hay quienes dicen que Dios es inmanente a todo lo que existe; otros hablan de la maldad como algo inmanente al ser humano; algunos otros señalan que el conocimiento es inmanente a la inteligencia. Hice una pausa y noté, en su expresión, que no estaba entendiendo. Entonces, siguiento mi misma instrucción, le dije: Cierra los ojos. Esto le pareció algo extraño pero igual lo hizo. (Por favor, ustedes también cierren los ojos aunque les parezca extraño e imaginen por un instante que son esta estudiante). Ahora, respira y concéntrate en esa acción mientras sigues mi voz. Inhala, siente como el diafragma se contrae y se desplaza ligeramente hacía abajo, el aire llena los pulmones. Ahora exhala, el diafragma se relaja y la caja torácica disminuye y al mismo tiempo que los pulmones se contraen sientes el aire salir de tu cuerpo. Esto es lo que te permite vivir, tu respiración continua. Ya puedes abrir los ojos, le dije. (Como ustedes también pueden hacerlo). Al abrir sus ojos, a través de una pregunta, ella trato de exponer lo que había entendido: ¿Es decir que lo inmanente es aquello que se encuentra dentro de otra cosa y genera una causa sobre esta sin la intervención de factores externos? Así es, respondí. No obstante, habría que ahondar en eso que configura lo interior del objeto o, en este caso, el sujeto que respira, ustedes y yo. Después de esa conversación ella estuvo análizando las premisas explicativas anteriormente planteadas y argumentaba que al presentar estos escenarios de inmanencia existe subjetividad. No puedo estar más de acuerdo con ella puesto que todos los conceptos son una construcción intersubjetiva donde la exactitud de la matemáticas puede ser entendida como una sistema de comunicación con variables de error y la ambigüedad de las palabras puede ser adoptada como una verdad absoluta cuando se arraiga en un dogma.

En el ámbito académico particularmente hay muchas premisas que parecieren inmanentes y no lo son. Una de ella es la tesis de superioridad del conocimiento del académico y la poca o carencia del mismo en quien no lo és. Es claro que como estudiantes y profesores nos ubicamos en una posición de búsqueda de un conocimiento más amplio. Sin embargo, es importante atender a los diálogos internos (inamentes, entre lo que sabemos y lo que estamos aprendiendo), así como, a los diálogos externos. Las verdades incómodas no solo conciernen al mundo exterior, atañen también al mundo interno, por ello, debemos tratar de no prescindir del autoanálisis sin invalidarse por una acción pasada, real o imaginaria. El aprendizaje tiene una parte de difícil e incómodo y no porque lo sea sino porque nos cuesta tiempo y energía la disiciplina y dialógica que demanda. Sin embargo, las estructuras y restricciones intencionales crean paradójicamente libertad, la libertad de hacernos a nuestras lealtades, de identificar nuestros procesos, las conexiones de la vida, sus contrastes, el espacio, el tiempo, las cosas, los intangibles… Los textos y las texturas.

Recuerdo cuando empecé a leer mi vida a través del libro El amor en los tiempos del cólera. Después de leerlo una sensación de enojo, amor y desamor me habitaba. ¿Cómo puede ser posible que 494 páginas me hicieran sentir así? Sin saber qué hacer con esos sentimientos comencé a escribir como un acto de memoria, gratitud y reclamo a quien lo escribió, a quien lo hizo llegar a mi, a quien me recomendó escribir sobre él y a quien le recayó todas mis incertidumbres. Como señala Wolf es curioso cómo una pizca de poesía obra en la mente y hace mover las piernas a su ritmo por la calle. Hoy, les comparto esta experiencia aparentemente aislada e insignificante porque de allí concluí que es importante construir una intimidad con nuestro aprendizaje. Lo que no sentimos no lo entendemos. Si no lo entendemos, lo olvidamos. Si lo olvidamos, no lo aprendimos. Y esto no se inicia ni se termina con la obtención de un título académico, pues, el ser humano tiene la maniática tarea de construir eternidades con elementos hechos de fugacidad, tránsito y olvido como lo remarcaba Onetti, en una de sus novelas. Es por eso que, hoy es un día oportuno para preguntarse: ¿cuál es la unidad de medida precisa que representa cada aprendizaje? ¿Serán los incontables insomnios? ¿Serán los días de desdén o frustración? ¿O los instantes de inspiración? ¿Serán las observaciones de nuestros profesores? ¿O ese 0,2 que falto para el 5 en aquel trabajo? ¿Serán los análisis no bien logrados? ¿Algún examen perdido? ¿O será el abrazo de nuestros seres queridos? ¿Serán las conversaciones casuales en los cafés? ¿Esa clase virtual que sentía eterna? ¿Las lecturas en biblioteca? ¿Las horas demás? ¿Las horas de menos? ¿Estas palabras? Un objetivo incluye en sí la representación de un cierto fin. ¡Fin! ¡Cómo resuena esta palabra! ¡Cuan poco-mucho pensamiento hay en ella! Escribía el poeta ruso Lermontov en una carta. Y es que, como muchos han sentenciado: lo que no tiene fin tampoco tiene sentido. Definir, definirse es una tarea inalcanzable pero infinitamente aproximable. Somos igualmente coherentes, igualmente contradictorios en nuestra propias disonancias. Yo por ejemplo, podría decir que soy mil adjetivos sin que ninguno de ellos me complete enteramente. Mujer, hija, hermana, amante, amada, estudiante, docente, abogada, semiótica, bailarina, escritora, perfeccionista, sensible. De cualquier manera, hoy y cada día podemos añadir a esa lista inacabada de lo que somos algunos de esos descubrimientos íntimos, esas inmanencias que se entretejen en nuestro interior que nos siempre son visibles como respirar.

Gracias a María Jose Liévano, estudiante de económica de la Universidad Industrial de Santander (Colombia). Autora del la Palabra Suelta, Inmanencia.

¡Gracias por leerme!

@sylvivillarreal

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Sylvia Villarreal

Sus prejuicios siempre más livianos y poéticos 🌹 @letrasdeunaabogada