Frágil

Sylvia Villarreal
4 min readMar 24, 2021

Toda mi vida he basado mis relaciones afectivas desde la carencia. Carencia que ha marcado un estado exigencia (que no de necesidad). Exigencia que se manifiesta cuando le cuestiono a mi madre su decisión de serlo. Exigencia que existe cuando a mis relaciones amorosas les digo, soy como una caja que dice: “Please, handle with care, fragile” (Por favor, tratar con cuidado, frágil). Exigencia, exigencia, exigencia. Exigencia que me pervive en todo lo que hago y soy. En una palabra, perfeccionista.

Sentir que carezco de respeto me permite exigirlo. Como mujer, es parte de mi deber ser en el mundo. Pues, estar aquí me obliga a ubicarme, crecer y ser aunque incomode o agradece. No es necesidad, como ya dice, porque en realidad, cosas como el amor (el amor, esa gran palabra, dice Cortázar) nunca me ha faltado. Tengo la certeza de que me han amado.

Mi abuela es una mujer, admirable, fuerte y con sensación de estar siempre en mis días de mayor fragilidad, ella me ha desbordado de amor. De maneras que, yo misma pienso serían imposibles para a mí dar. Ella me ha amado tanto que, en relaciones románticas no coincido otra manera de ser amada. Pero, ese amor es desmedido, una derivación maternal de una vida que decanta en mi, ilusiones y felicidad. Hace un par de días justamente me llamó y me dijo: “Le pido a Dios todos los días por ti, y le recuerdo que tu no has comedido grandes errores, aún con tu humanidad”. Sin embargo, una vez leí que la inocencia es el arma de ataque más peligrosa (¡Y que verdad reposa en esas palabras!).

¿Inocente yo? No lo sé. Hace un tiempo hui de una persona con la convicción firme de que él me había lastimado y que si continuaba cerca, lo seguiría haciendo. Hoy se que esa conducta tiene un concepto denominado ghosting. Se da cuando dos personas durante un tiempo tienen contacto, todo parece ir bien, al menos para una de ellas. Pero sin previo aviso y sin esperarlo, la otra persona desaparece, se esfuma sin decir nada. El otro no entiende qué puede haber ocurrido, pero el mensaje está claro.

El desconocer los motivos, sin tener la oportunidad de reaccionar al desinterés de la otra persona genera cuando menos ansiedad. No es fácil. Según Google, esta práctica está siendo cada vez más habitual, debido a la impersonalidad de las nuevas dinámicas sociales. Para quien se va, la acción no supone ningún esfuerzo evitando una situación incómoda. He decir que no es completamente verdad. Alejarse, sabiendo lo que el otro puede figurar de ti, el daño que le causas y esas ganas incontenibles de decir tantas cosas a ese otro y no poder hacerlo. ¿Dónde queda todo eso? No, no. No es fácil huir.

Noté que he actuado intentando proteger mi fragilidad, y que, con ello cause dolor a otro; me confronto fuertemente. Siempre predico la responsabilidad emocional. Pero, con una suerte de creencia en que son los otros los que me pueden hacer daño. ¿Y qué hay de mí? Yo también corrompo y rompo. No es la primera vez que mi inocencia (como estado de no tener mala intención) y miedos me ha hecho actuar de forma desorbitada.

Dicen que las personas son según la forma en la que se van. No me queda más decir que soy todo lo habita en tu mente, ante mi ausencia repentina. Entiendo tus mensajes, no esperaría más. No me lastimó, entiendo el porqué. Yo en tu lugar, en ese estado de latencia y zozobra, también tendría preguntas y enojos comprimidos. Pero, tenía mis razones, muchas más de las que me gustaría reconocer.

Para empezar no sabía porque estaba una relación en la que no tenía ningún sentimiento, no habías pasado por mi corazón ni por mi mente. Era mi acto de desdén momentáneo con el amor. Para continuar, tu me exigías cosas que no podía, ni quería, ser. Sugerencias poco sutiles a mantener estereotipos muy cercanos a la plástica belleza. Seguido de, un coqueteo con otras (y con probabilidad algo más). Añadiéndole la infinitud de viajes, cenas y planes prometidos y jamás realizados. Ni hablar de tu poca comunicación afectiva conmigo. Y no está demás mencionar que cuando yo te expresaba mi afectos, los desvalorabas. En fin, tenía mis razones. Huir fue mi mejor acción contigo.

Ódiame si quieres, pero tú no atendiste a la etiqueta. Frágil. Una vez rompes algo, lo único que te queda es tener cuidado con los cristales en el piso antes de arrojarlos a la basura. Una vez has sabido mis razones, sé que hubieras preferido haber seguido en la incertidumbre, y tener a quien culpar.

¡Gracias por leerme!

@sylvivillarreal

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Sylvia Villarreal

Sus prejuicios siempre más livianos y poéticos 🌹 @letrasdeunaabogada